El comienzo de la historia de la familia Pulenta en Argentina se remite al año 1902, cuando el matrimonio compuesto por Ángelo Polenta y su esposa Palma, llega a Buenos Aires. Ese mismo día, el apellido Polenta se transformó en Pulenta.

Luego de alojarse en el Hotel de los Inmigrantes, Ángelo y su familia se trasladaron a Mendoza y de allí a San Juan, donde se radicaron en forma definitiva. En 1914 compra su primera parcela y alcanza el sueño de plantar su propia viña.

Era el inicio de una empresa familiar que no dejaría de crecer hasta conformar uno de los grupos vitivinícolas más importantes de la Argentina: Peñaflor, que luego compraría Trapiche.
Uno de los hijos de Ángelo era Augusto, quien nació en 1906. Don Augusto fue un verdadero trabajador de la viña. Y es a él a quien esta bodega debe su nombre, como homenaje a su esfuerzo por lograr un vino auténtico y fiel, que exprese las virtudes del suelo y clima sanjuaninos. Ese logro ganó su lugar de privilegio en el cuadro de honor de los pioneros de la vitivinicultura Argentina.

En 1997, Mario, hijo de Don Augusto, decide vender su participación accionaria en Penaflor y continuar con el legado familiar a través de la Bodega Augusto Pulenta. Un siglo después Mario y sus hijos, Mario Daniel, María Andrea y María Gabriela, dirigen la Bodega Augusto Pulenta, dando continuidad a una empresa de familia enfocada en la elaboración de vinos de alta calidad. Así, un estilo basado en la tradición familiar, renueva el legado de trabajo, esfuerzo y unión heredado de sus antecesores, y se complementa con el profesionalismo y la inversión tecnológica propia de este tiempo.



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